20.2.09

Prohibido disfrazarse sólo en Carnavales

Este fin de semana, llegan los Carnavales al mundo entero

"Sin importar la ubicación geográfica o el clima, la consigna es divertirse", relataba hoy un diario digital de Latinoamérica. Y es que a partir de hoy mismo los habitantes del mundo mundial -Venecia en Italia; de Río de Janeiro en Brasil; ciudades de Alemania, Colombia, Suiza, Bolivia, Francia; sin olvidar todos los pueblos, ciudades y rincones de nuestro país- se visten de vacas, hippies, piratas, estrellas del Pop... entre otras cosas. Han llegado los Carnavales.
Pensando diezsegundos, me parece divertido. Y cuanto más lo pienso, más. Ahora bien, lo vuelvo a pensar y prefiero no pensarlo...
No quiero Carnavales... hoy sí y manaña, no. Un día empiezan y otro terminan. Si mañana salgo a la calle con peluca roja, gafas sesenteras, pancarta de "ANTENA NO" y chilaba fosforita... nadie se va extrañar. El que hace footing con iPod incorporado me mirará disimuladamente y seguirá su ritmo, sin más. La pareja de ancianos que caminan, agarrados al brazo -uno de otro-, me observará... y de un codazo, uno le revelará al otro: "Es que hoy son Carnavales". Y seguirán su rumbo, calle arriba-calle abajo. Mi inoportunismo no conseguirá desviar apenas su conversación. Tampoco la mirada del taxista, pendiente del rojo-verde del semáforo.

Ahora bien, si pensamos diezsegundos y ubicamos esa misma escena la semana que viene, la cosa cambia. El que hace footing, terminará por tropezarse. La pareja de ancianos, por fotografiarse, uno a derecha y otro a izquierda de mi persona, con peluca, pancarta, gafas y demás complementos. Y el taxista sufrirá una parálisis de diezsegundos en la que, inmovilizadas las pestañas, el rojo-verde y verde-rojo seguirá su curso.
Lo vuelvo a pensar y decido colgar, en el baúl de disfraces, una pancarta informativa: "Usar los 365 días del año. No preocuparse por inoportunismos. La consigna es divertirse".

18.2.09

Una tramoya sin polvo

El viernes se estrenan los Teatros del Canal, en Madrid

Piensa diezsegundos en un espacio vacío. Sin apenas luz. La suficiente para ver figurar a un anónimo fantoche sobre un escenario límpido y escuchar su voz retumbar, enaltecida gracias a cuatro paredes altas y una tramoya vigilante. Y las 850 butacas vacías. Como lo hayas pensado, seguro que estará bien.
El espacio empieza a ocuparse, la luz a crearse y el fantoche permanece intacto: con su retumbar aplastante. Y las butacas, 850, se llenan. De ojos que van a observar o cabizbajear y manos que van a aplaudir o a evitar inmiscuirse. Al fantoche le sudan las manos. La garganta, seca. No puede evitarlo. El estómago, cerrado, a cal y canto.
El viernes se estrenan los Teatros del Canal, en Madrid, de la mano y obra de Albert Boadella. Es su pieza dramática, 'La Cena', la que va a romper el primer silencio en el escenario.
Pienso diezsegundos en el evento y se me olvida. Y me quedo de nuevo mirando, unas veces desde la tramoya, a metros de altura; otras, desde la butaca de la fila siete, a ras del escenario, un espacio vacío. Y pienso en el fantoche y me pienso, a mí misma, de fantoche. Estoy contenta. Tanto observar estrenos de paradas de metro a las afueras lejanas de Madrid, autobuses ecológicos sin tubo de escape y parques multi-familiares en los que sólo caben 3... me estaba claustrofobiando.

El fantoche anónimo es oxigenante. Y el teatro, en tiempos de crisis, más. Volvemos a las andadas de William Shakespeare y de Moliére. Incluso de Jardiel Poncela. Un espacio vacío para llenarlo de arte que viene y va, de arte que muere o revive. Los ojos y manos, aquí, son esenciales. ¡Mucha mierda, Albert!

17.2.09

Yayo

Hoy quiero dedicarle el post a Yayo. Lo he estado pensado diezsegundos y muchas veces...
No pienso en Chávez, ni en Corleones, ni en Nadales, ni en todas las ventanas informativas de hoy. No es que no piense sino que diezsegundos después de hacerlo lo único que permanece es Yayo, mi abuelo. Cojo, sordo, más majo que las pesetas... y de las pocas personas que camina con dos garrotes y que no tiene ni timbre, ni móvil, ni mail... Sólo una tele y un mando a distancia.
Hoy es su cumpleaños. Qué menos que pensar diezsegundos... y hacer el esfuerzo por que él sepa que yo sé que hoy es más viejo que ayer... y eso, tengo que transmitírselo sin timbre, sin móvil, sin mail. Y a 370 kilómetros de distancia. Todo un logro en el siglo XXI.
Diezsegundos después, sé cómo hacerlo.

16.2.09

Él es Michael Corleone

El líder venezolano consigue, con un referéndum, perpetuarse en el poder

Hugo Chávez forever. El presidente venezolano ha conseguido suprimir el número de mandatos para gobernar. Y lo hará él hasta que Dios quiera y su pueblo quiera. "¡Uh, ah, Chávez no se va!", corean los afiliados del PSUV. Fidel Castro ha sido el primero en felicitarle.
Y yo pienso diezsegundos y muchas cosas. Y no entiendo los deseos de algunos para que, intacta-pulcra, fluya su continuidad: "Soy yo el jefe y lo seré siempre". Hay que saber dejar el testigo, a su debido tiempo. Raúl lo va hacer o lo hará... si quiere que el socio madridista no patalee los domingos por la tarde. Steve Jobs también lo ha hecho, temporalmente, para no provocar turbulencias en el sonido iPod.
Pero por más que pienso y diezsegundos, sólo se me viene a la cabeza, por contraste con el chavismo, la familia Corleone. Concretamente, Michael, el Padrino. Que sabe dejar el testigo, que sabe arrojar por la borda todas las acciones trasnochadas de su vida, que sabe separar el grano de la paja y decirle a su sobrino Vincent: "Ahora tú serás el Padrino". Y sabe marcharse de la escena con elegancia, con sensatez... no derrotado. Y limpiar su sucia huella. Y coronarse, sin ningún distintivo. "Es el precio que tienes que pagar por la vida que elegiste", se dice a sí mismo.

Pensando diezsegundos, creo que a Chávez y a Castro les pasaría lo mismo. Son pocas las estampas tan suntuosas. En las que la derrota electoral provocaría la victoria de su conciencia, de su vida.