26.5.09

¿Cómo coser una vela?

Joaquín Sorolla aterriza en el Museo del Prado

Estaba algo cansada. Eran las 11 de la mañana de un día del 2006. Sol y algo de viento. Paseo de la Castellana. Me siento en un banco de piedra, frío, duro y tosco. Media hora después, ya no hay banco ni frío. Recorro la columna madrileña y me topo con el Thyssen-Bornemisza, entre rejas.

Algo cansada, entro. Y algo cansada, me compro la entrada. Se presentan en paralelo las respectivas carreras artísticas de John Singer Sargent (1856-1925) y Joaquín Sorolla (1863-1923). Una exposición interesante.

Diezsegundos después, me sumerjo en las salas. Una detrás de otra. Y nada tiene desperdicio. Pero algo cansada, decido sentarme de nuevo. Esta vez el banco no es frío ni duro ni tosco. Y aunque las imperturbables paredes de hormigón cierran la entrada al sol y viento, hay sol y viento.

Cabizbajeo. Cansada, claro. De repente, algo me llama. "Oye, tú... ¿no te acuerdas?". Y mis ojos empiezan a recorrer la sala. No entiendo nada. Hasta que decido enfocar enfrente: unas muchachas están cosiendo una vela. Hay sol y viento. Se cobijan en un patio abierto, debajo de una parra. Pese al espacio -una pasillo estrecho entre macetones floridos-, parecen no tener problemas. Cosen la vela. Al fondo de la escena, el mar... el Mediterráneo, claro. Y empiezo a descansar.

Desde hoy martes hasta el próximo 6 de septiembre, el Museo del Prado acoge la mayor antología que ha dedicado la pinacoteca madrileña a Joaquín Sorolla. Más de 100 obras recorren la evolución del pintor valenciano.

Es curioso pensar, diezsegundos después, cómo es posible que un par de lienzos pintados de mar, de luz, de color, de mediterraneidad, de Valencia, de tradición... evoquen la misma sensación ya tenida o pretendida: tú en la playa descalza o en un patio bajo una parra o, simplemente, descansando y observando a un par de muchachas cosiendo la vela.

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